La vuelta a casa era difícil y dura, larga y llena de
incomodidades. Mi madre tenía que dormir sentada nuevamente, yo tumbada en
varios asientos o en su regazo.
Dos noches que se pasaba mi madre sin dormir, yo a medias,
pero había que hacerlo!
El tren es muy cómodo para viajar, te permite pasear,
tomarte algo y de aquella fumar, pues mi madre era fumadora.
Pero…. Que bien se hubiese estado en aquellos momentos en
una casa con una buena cama para descansar! Mis padres dicen que el dinero no
hubiese arreglado nada de lo que yo tenía, no me hubiese devuelto la vista.
Pero si que hubiésemos podido alquilar un piso en barcelona, para estar durante
aquel tiempo, y ahorrarme el duro trasiego de los viajes semanales para recibir
la quimioterapia. Con un tratamiento tan agresivo lo que una menos quiere es
viajar, lo que quieres es descansar por todos los medios!
Pero…. El dinero de todos modos no había, y tampoco me
hubiese devuelto la vista que más tarde perdí!
Por ello yo siempre he considerado que el dinero es algo
material, que solo compra objetos y nada más, lo verdaderamente importante para
vivir no lo compra el dinero.
Fue otra de las magníficas lecciones que mi primera
enfermedad me dio!
Durante el trayecto de vuelta yo dormía, jugaba o
simplemente iba sentada hablando con mi madre o con otros pasajeros. Yo como
siempre fui tan habladora y sociable, jamás me perturbó hablar con gente
extraña. Todo lo contrario, me encantaba y me encanta conocer gente nueva!
El único recuerdo material que yo traía en mi cuerpo fruto
de la sesión del día antes, era el apósito del brazo punzado, el cual mi padre
me retiraba con fuerza como diciendo “otra menos!”.
Yo tras la sesión recibida aparte de vomitar también orinaba
mucho, no olvidemos que los citostáticos son líquido, el cual ha de ser
depurado por los riñones, y eso te llena enseguida la vejiga para que lo
expulses.
Por eso mi vejiga se resintió tanto…. Tanto…. Htanto, hasta
que no aguantó más y el año pasado quiso mandarme a paseo!
Recorríamos tierras y tierras, hasta que por fin llegábamos
otra vez a bembibre ya de madrugada!
Puf, que cansadas veníamos y que caras debíamos de traer!
Allí estaba mi padre esperándonos, con cara de alivio y
seguramente pensando “otra que superaron”.
Nos abrazaba, nos achuchaba y para el coche íbamos ya los
tres de vuelta a casa de mis abuelos!
Que cansada llegaba yo, solo quería dormir, dormír, dormír!
Mi madre lo mismo, el día siguiente a volver parecía una
zombie, no sabía casi ni lo que decía de puro cansancio, de puro agotamiento.
Se encontraba sin fuerzas, muy cansada y débil.
Yo enseguida recuperaba la energía, debe de ser que el ser
una niña tan pequeña tenía su lado bueno en ese sentido, lo mismo que los
tumores son más agresivos entre más joven eres, pues también te recuperas antes
de los tratamientos y de su toxicidad.
Durante el primer período de la quimioterapia, en todo 1989,
yo estaba en casa, con mis padres y abuelos, no había aún empezado el colegio.
Pero eso llegó, tenía que llegar, a pesar de que mi madre no
quería, ella quería tenerme toda la vida a su lado, como si fuese su bandejita
de cristal. Esa actitud sobreprotectora la ha caracterizado mucho, y yo creo en
cierto modo que es tan normal como anormal.
Por un lado es lógico que ante una situación así, sin
amigos, sin apenas vida social, mi madre canalizase todas sus energías e
intereses en mí, en mi cuidado y bienestar. Pero por otro lado eso en este caso
a mí me ha restado autonomía, y saber salir al paso en ciertas situaciones.
Pero la vida es así, se presenta como se presenta y las reacciones normales
ante esto en el caso de mi madre fueron estas, sobreproteger y creer que yo era
el centro de todo su mundo.
Cierto día al final de 1989, al ver que yo no estaba
escolarizada en ningún centro, la ONCE intervino yendo a casa de mis abuelos
una profesora a hablar con mis padres, a ver que pasaba.
Lo habíamos intentado en el pueblo de mi padre, pero la
profesora de educación infantil en un derroche total de buenas maneras y de
profesionalidad, nada más que mi madre le expuso mi situación, dijo ella toda
decidida “anda, y si apenas ve, como va a dibujar?”. Ole, maestrilla, así se
integra, y así se educa!
No sabía yo ahora que en el colegio solo se dibujase, y que
la vista tuviese un papel transcendente en ello! Como pudo pintar entonces
monet sus estupendos cuadros estando casi ciego? O bethoven hacer música
estando sordo?
Es que hay otros sentidos, no solamente los puramente
sensoriales, los cuales a veces en lugar de ayudar, dificultan más todo. Con
las vías alternativas no sensoriales de acceso al mundo, yo puedo conocer a la
gente por su voz, dibujar a través del relieve y de mi intuición, y por
supuesto ser una persona independiente y totalmente feliz.
Pero parecía ser que a la susodicha maestra aquella, solo le
preocupaba esto del dibujo. Y cosa curiosa, todos los alumnos que tenía eran
videntes, y ninguno se dedica en la actualidad a la pintura ni al arte!
Paradójico verdad?
En fin…. Otra mente ignorante con la que me topé en mi
vida….
Total, al ver todas aquellas barreras en la escuela rural
del pueblo de mi padre, la profesora de la ONCE optó por un colegio de
bembibre, el cual era concertado de monjas y se llamaba virgen de la peña.
Decía que ese centro estaba hipermegasuperadaptado para mí y
mis características, y ojo, aún el año pasado le pusieron la rampa de acceso
para sillas de ruedas!
Curiosa adaptación, y curiosa la forma de valorarla!
En ese colegio estuve 10 años de mi vida, 10 años
desmotivada, 10 años topándome con obstáculos sobre todo mentales, y todo por
culpa de una mala orientación cuando comencé la escuela, y por un mal
asesoramiento a mi familia de cual era el mejor centro para mí.
El único período del cual guardo excelentes recuerdos es del
que hablaré en este relato, o sea de la educación infantil! Tuve una profesora
magnífica llamada olga, quien me acogió estupendamente y se molestó hasta la
extenuación por adaptarme todo, y gracias a ella aprendí el braille, porque ojo
con las adaptaciones, a la PT del centro cuya formación era bastante dudosa a
la vista de cómo trataba a sus alumnos, no se le ocurrió que al ser yo casi
ciega y en cualquier momento ciega total, tenía que aprender a leer en este
sistema!
Pues bien, yo comencé la escuela más tarde de lo habitual,
en enero de 1990, por todos estos líos que habían surgido inicialmente. Empecé
en un grupo que no me correspondía, mis compañeros de edad estaban con otra
profesora que tenía su clase ya totalmente ocupada. A mí me metieron con los de
un año más que yo, con los de 5 años pues yo comencé con 4 recién cumplidos.
Apartir de aquel momento, tuve que combinar pues escuela con
médicos, ahora ya no solo iba a estar mi madre conmigo, ya iba a comenzar mi
proceso socializador con otros niños, iba a aprender, iba a comenzar otra etapa
en mi vida!
La quimioterapia no supuso ningún obstáculo a mi proceso de
aprendizaje, en el colegio ya sabían de mi situación y al menos la profesora y
otras personas del centro, lo tuvieron en cuenta. Además semanalmente acudía la
profesora de la ONCE que había ido a casa de mis abuelos por el tema escolar.
Ella se encargaba de las adaptaciones que yo necesitase, y fue ella quien
comenzó la instrucción del braille tanto a mí como a mi madre, pues el
diagnóstico de ceguera era irreversible y aunque yo conservaba resto visual funcional,
no me permitía leer en tinta.
Me quedé a comer en el comedor escolar desde el primer día,
recuerdo la reacción desesperada de mi madre al ver que me dejaba allí, con
gente a la que no conocía y que iba a estar un tiempo separada de mí.
Yo quedé feliz tanto en clase como en el comedor, yo quería
salir al mundo, a la vida, conocer, aprender!
Recuerdo perfectamente el día en que comencé el colegio. Yo
tenía aún bastante resto visual, y me guiaba por él. Veía a los niños, los
murales de clase, las pinturas, todo!
Me gustaba mucho pintar, para que lo lograse con menos
dificultad me marcaban el contorno del dibujo con una línea más oscura que lo
resaltase más. Yo me socialicé fácilmente, ya he dicho que debido a ese despego
prematuro que tuve de mi madre, jamás fui una niña con ansiedad de separación o
que le costase hacerse con extraños.
Yo hablaba con todos, quería jugar, cantar y reír.
Yo sabía que mi realidad no era la misma que la de ellos,
pero quería integrarme igualmente.
Siempre fui conocedora de que tarde o temprano perdería la
vista, y la verdad es que no me asustaba demasiado.
En aquel primer año de colegio la actitud generalizada fue
de bastante comprensión, mis compañeros encontraban curiosa mi situación y me
hacían muchas preguntas. Por supuesto nunca faltó en el recreo el típico
chuleta, que al verme con los ojos tan hundidos y gafas de aumento, me
preguntaba el porque tenía los ojos así o me llamaba “sara la ciega”.
En el comedor del colegio todo iba normal, yo nunca fui una
buena comedora pero aquello no fue un problema pues casi todos los niños
estaban en situación similar.
Me encantaba bailar y dar vueltas sobre mí misma, lo hacía
sola o acompañada.
Me gustaba también mucho pintar, con mi resto visual
distinguía perfectamente los colores y las formas.
Eso si, mi actitud curiosa no cesaba! Me gustaba mucho que
mi profesora de la ONCE cuando me sacaba de clase para ir al aula de apoyo, me
enseñase el colegio y todos sus rincones. Una vez me llevó a una habitación en
la cual no había nada, solamente una cosa que en aquel momento me pareció
rarísima, con puertezuelas, un gancho largo y todo ello metálico. Mi profesora
me dijo que ponía “hergón”, lo que me hace suponer que era una caldera o algo
similar. Pero yo en aquel momento no entendí “hergón” sino “dragón”, y estaba
totalmente creída que en el colegio había un dragón!
Un día en que fui sola al baño estando en clase, me perdí
por curiosear y pase´un buen miedo!
Mi colegio hacía años había sido un internado, y cuando yo
comencé allí mi escolarización aún albergaba restos de aquello: algunas camas,
caldera de carbón, etc.
Pues al volver del baño y llevada por una curiosidad atroz,
me metí en una habitación oscura y medio destartalada, que tenía una lavadora,
y cosas en mal estado seguramente todo ello del internado!
Que miedo pasé, creo que mi fobia a los sótanos y sitios
oscuros viene de ahí!
Mi vocabulario en aquella época era avanzado para mi edad, y
con muchas expresiones hechas, propio del ambiente de adultos en el que estaba
inmersa.
Una frase que yo solía usar mucho era “quiéreme cuarenta
arrobas!”.
Siempre fui muy mimosa y me encariñaba con todo el mundo,
quizá veía en ellos a mi madre con la que no estaba en aquel momento, o quizá
un nuevo amigo con quien divertirme.
Me encariñé con mi profesora olga, con mi profesora de la
ONCE, con algunas monjas del colegio, con muchos niños y niñas tanto del
colegio como de mi clase, toda la gente que aparecía en mi vida eran
interesantes y atractivos para mí.
Al margen de mi vida escolar propiamente dicha, el
tratamiento siguió hasta aproximadamente mayo de 1990, yo combiné tratamiento y
colegio. Los miércoles no podía ir a clase, era el día en que recibía la sesión
en barcelona.
Todo era igual, solo que al llegar de barcelona, en vez de
ir a casa, iba para la escuela! Y aguantaba como una jabata!
Cuantas ganas tendría de aprender y de vivir para ser capaz
de no desvanecerme o algo similar en el colegio tras regresar de un viaje tan
largo de someterme a una sesión de quimioterapia? Era algo que sorprendía
bastante a todos, yo aún a día de hoy no me lo explico.
Debía de ser la mente que me decía que viviese, o quizá
tendría yo más acentuada la energía o pulsión de vida. Lo cierto es que iba
para la escuela, y hacía lo mismo de siempre, sin que apenas se notase que era
lo que había ido a hacer a barcelona el día antes.
Me acuerdo que mi profesora olga me tomaba a veces el pelo
cariñosamente, y cuando regresaba de barcelona, me decía “pero si ahí llega
otra vez la catalana!”.
Eso si, los días siguientes al tratamiento, yo me echaba en
la escuela unas siestas interminables! Después de comer teníamos una hora de
recreo, pues al entrar a clase yo ya me acomodaba en el cojín, y a dormir hasta
que venían a buscarme!
Así a grandes rasgos fue mi primer año de escuela infantil,
combinando tratamiento con enseñanza, pero yo pude con todo, quería aprender y
vivir!
Por aquel entonces yo hacía vida casi similar a la del resto
de niños: mi madre me llevaba al parque, solíamos ir a comprar con mi padre, y
veía a veces la televisión aunque no los dibujos animados que me aburrían,
prefería ver otras cosas.
Cuando salía del colegio a veces íbamos a mi pueblo andando
que está a unos escasos tres kilómetros de bembibre, a ver a mi padre ya que
algunas tardes iba a trabajar en las obras de nuestra futura casa.
Mis abuelos maternos tenían vacas, me encantaba cuando mi
abuela me llevaba con ella al campo con las vacas, incluso alguna vez monté en
alguna!
A modo anecdótico, señalaré que mi madre tenía dos
precauciones muy grandes conmigo en aquellos momentos.
La primera de ellas era el frío. La quimioterapia baja mucho
las defensas, por ello hay que tratar de cuidarse y de no coger frío, pues el
riesgo que existe de contraer algún virus o bacteria es muy alto.
Por ello me abrigaba mucho, parecía a veces una esquimal!
Cuando comencé el colegio, advirtió de esto a profesores y demás, pero ya se sabe
que no es lo mismo que la vigilancia de una madre! En el colegio había como no
una fuente con agua helada, que a mí como a todos los niños me encantaba jugar
y beber de ella, y estaba el lugar de la arena en el patio, al que yo adoraba
ir!
Pues para evitar todos estos riesgos, mi madre había veces
que iba durante el recreo a vigilar desde una verja para controlar que yo no fuese
a jugar para la arena o bebiese agua de la fuente!
Lo que hacen las madres…..
La segunda de estas precauciones que mi madre tomaba y que
hasta hace poco fue casi una fijación, fue con el tema de los animales.
Resulta que en su momento no lo relaté porque me pareció
carente de importancia, pero cuando a mis padres les dieron el diagnóstico
inicial de mi retinoblastoma bilateral en ponferrada, les preguntaron a ver si
teníamos animales en casa.
Cuando mi madre me lo contó no lo entendí, pero es que ahora
lo entiendo menos! Que tendrán que ver las enfermedades genéticas con las
enfermedades contagiosas?
No creo que el gato ratonero que tenían mis abuelos maternos
en casa cuando yo nací, tuviese mucho que ver el pobre con mi enfermedad
ocular!
En fin…. El tema fue que hasta una edad, mi madre no
soportaba verme acariciar ni perros, ni gatos, nada! Y da la casualidad de que
yo adoraba y adoro a los animales, me encantan!
Dejando todo esto, y para recapitular el año y medio del
tratamiento con quimioterapia, hablaré de los recuerdos que tengo de los
viajes, tanto solas como acompañadas, tanto de cuando iba mi madre que era casi
siempre, como de las contadas ocasiones en que fue mi padre con nosotras.
Aparte del tratamiento también iba a revisiones cuando me
tocaba, por ello todas las vivencias y recuerdos de viajes y viajes a barcelona
son muchos y muy variados, algunos de ellos puramente anecdóticos.
De todos los viajes en los que fui con mi madre, o sea en
casi todos los que hicimos en aquel tiempo, tengo muchas anécdotas y recuerdos.
En una ocasión en que una tía hermana menor de mi madre nos
acompañó, pasó algo insólito!
Resulta que esta hermana de mi madre es una mujer así como
muy promiscua, y enseguida se encariña con los hombres. Pues ese día en que
decidió acompañarnos, se encariñó pero y bien!
En el autobús de camino a barcelona se sentó con un chico,
con el que durante el trayecto no paró de intercambiar charlas y
conversaciones, y al final hasta miradas de deseo y palabras cómplices!
Mi madre ya empezaba a sospechar de la atracción que había
surgido entre ellos, y no se equivocó en absoluto!
Ella sin que nos enterásemos quedó de volver en el tren con
él, que casualmente también viajaba en el mismo tren y el mismo día.
Nosotras hicimos lo de siempre, pero mi tía estaba un poco
ansiosa por volver a la estación pues había quedado con aquel hombre!
No paraba de decirle a mi madre que iba a marcharse, y mi
madre le rogaba que tuviese paciencia, pues mi suero de quimioterapia ya estaba
casi terminado. Pues ella al final cogió todo lo de mi madre, y se largó para
la estación de sans abandonándonos a nuestra suerte!
Menos mal que a mi pobre madre no se le ocurrió darle el
dinero, de lo contrario hubiese tenido que ir mi padre hasta barcelona a
buscarnos.
Cuando llegamos a la estación del tren mi madre no encontró
a mi tía ni al chico, y no paraba de buscarlos desesperadamente. No los hayó,
debieron coger el tren juntos rumbo a casa.
Que gran faena. Mi madre no paraba de llorar desconsolada,
se sentía abandonada y defraudada, mi tía nos dejó solas, prefirió la compañía
de un hombre al que no conocía, antes que acompañarnos en una situación tan
difícil. Mi madre llamó a mi padre desde una cabina, y el llanto casi no la
dejaba decir nada. Mi padre la tranquilizó, le decía que todo se iba a
arreglar.
Ese día todo estaba de nuestra contra, y resultó que en el
estrella galicia que era en el tren que veníamos, no había plazas ni en
vagones, ni en primera, nada, todo
atope!
Al final y para no quedarnos en barcelona, tuvimos que coger
otro tren que hacía trasbordo en león, y así logramos llegar a casa.
Vaya odisea, yo recuerdo que cuando paramos en león como
estaba todo nevado fuera, toqué la nieve del suelo!
Luego para completar la tarea, mi tía dejó nuestras cosas en
mi pueblo en casa de mis abuelos maternos, se enfadó con mi madre por no sé que
motivo pues la causante de todo había sido ella, y a su marido pues estaba
casada lo engañó, vete tu a saber que le dijo que había sucedido!
En fin, todo un día para recordar sobre todo para mi madre,
que tuvo que venir de pie conmigo desde barcelona hasta bembibre, pues no había
ni vagones ni literas ni nada, debía de ser un puente o vacaciones o un día de
estos señalados, pues todo estaba completo.
Mi padre cuando la vió se asustó, traía los pies hinchados y
la cara con ojeras del cansancio.
Que día madre mía!
Recuerdo otra vez en que no pudieron ponerme la sesión de
quimioterapia porque no tenía las defensas en condiciones, la analítica de
sangre previa lo había revelado.
Así pues nada se pudo hacer, yo contentísima claro, ese
viaje de vuelta lo iba a hacer estupendamente sin molestias ni vómitos!
Me acuerdo de otro día en que nos acompañó mi padre, que yo
tenía una diarrea atroz. La quimioterapia muchas veces también aparte de
vómitos provoca diarrea, y a mí ese día me tocó. Aquella vez habíamos parado en
abrera a dormir, es un pueblo a la entrada de barcelona que tiene una pensión
de carretera.
Pues yo estaba fatal, a causa de la diarrea manché todas las
sábanas de la cama! Desde aquella incorporé una nueva frase a mi vocabulario,
que era “diarrea en abrera!”.
Cuando mi padre nos acompañaba solíamos parar a la ida y a
la vuelta en la rioja, en casa de la hermana de mi abuela materna. Allí a veces
dormíamos, y la parada nos servía para retomar fuerzas. Me gustaba mucho parar
allí, porque la hija de mi tía tenía muñecas, alguna vez me dejó alguna para
llevármela a mi casa!
Pero otras veces dormíamos en pensiones, en cuantas paramos!
Recuerdo la barca de monistrol que tenía una terraza muy bonita en la
habitación, la pensión de candasnos cerca de zaragoza que me gustaba mucho
porque tenía aves como oca y patos, los purrons en abrera (barcelona) en la que
solíamos parar mucho, belpuig en lleida que también éramos asiduos clientes de
ella, y muchas otras más.
A comer parábamos en cualquier área de servicio con hierba o
merendero, la comida había que llevarla de casa porque no había dinero para
parar en restaurantes.
Pero que rica sabía comerla al fresco, que encanto tenía
comer bajo un árbol y sentada en la hierba!
A veces cuando íbamos con mi padre llevábamos a uno de mis
primos menores, hijo de mi tía la que nos la lió aquel día! Me gustaba mucho
llevarlo para jugar, cuanto jugué con él por el hospital!
Otras veces cuando iba sola con mi madre nos acompañaba una
tía mía, hermana menor de mi madre. Pero la mayoría de las veces íbamos mi
madre y yo solas, solas ante el peligro!
Cuando mi padre nos llevaba era un gran apoyo, ir en coche
es menos cansado a pesar de todo, porque paras cuando quieres y es más cómodo.
Me acuerdo de cuando caía la noche y pasábamos por lérida,
que había unos largos túneles en la carretera que me daban un poco de miedo,
eran muy largos y oscuros!
Del hospital durante aquel año y medio recuerdo con enorme
cariño a todos cuantos he nombrado que luchaban conmigo contra el cáncer,
recuerdo con mucho amor a las enfermeras, y también a mi oncólogo el doctor
hilla.
Era un hombre muy tratable y hablador, paciente y muy
cálido. También recuerdo a su compañera, la doctora pascual, quien me trataba
cuando hilla estaba de vacaciones pues de aquella solo estaban esos dos
oncólogos infantiles en san juan de dios.
Me acuerdo de las revisiones con escáneres, de cuando me
metían para la máquina a hacerlos, y de cómo tenía que estar quieta durante un
tiempo, cosa torturante para mí, con lo movida e inquieta que era.
Recuerdo las comidas del hospital, de los días de revisiones
claro, el día del tratamiento ni me planteaba el comer nada!
Recuerdos hay muchos, todos ellos guardados en mi memoria
como el más valioso de los regalos con que la vida me ha deleitado!
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