Al finalizar el tratamiento hubo que hacer otro ingreso en
san juan de dios, de unos tres días aproximadamente. El objetivo era realizar
pruebas para ver como había quedado todo tras el largo tratamiento.
En aquel ingreso yo ya tenía cuatro años, y no fue algo ni
molesto ni que me causase angustia.
Recuerdo que me gustaba mucho ir a la guardería del
hospital, como me gustaba pintar y dibujar!
Aunque yo ya había comenzado la escuela y ya conocía otro
entorno y a niños, seguía prefiriendo la compañía de los adultos, ccosa que a
lo largo de mi vida ha sido una constante derivada de mi primera infancia y de
todo lo que en ella viví.
En este ingreso al igual que en el de hacía un año y medio, la
habitación era también individual, y nos tocó para el lado opuesto del
hospital! Hacía un año y medio habíamos estado hacia la montaña, y esta vez
hacia la playa!
Fueron los dos polos opuestos, quien sabe si no serían cosas
metafísicas que me estaban anticipando que la situación en nada se parecía la
primera a la segunda vez?
Y así fue, la primera vez ingresé para iniciar un largo y
agresivo tratamiento, enferma, con mucha incertidumbre. Sin embargo esta vez
era para finalizar el tratamiento, ya el tumor estaba destruido al menos por el
momento, y la incertidumbre aunque seguía existiendo puesto que nos hayábamos
ante algo muy serio, ya había mucho vivido, mucho andado!
Me acuerdo mucho de una muñeca a la cual llevé para
ingresar, y que había comprado en un hostal de zaragoza en el que habíamos
parado a dormir para ir de camino a barcelona.
A la muñeca la llamé Maribel, y yo estaba encantada con
ella! Hasta cuando me llevaban la merienda de leche con colacao, yo decía que
le diesen también a Maribel!
Fue un ingreso breve, pero del que también guardo muy buenos
recuerdos sobre todo de la guardería del hospital, y de otros enfermos a los
que me gustaba ir a ver a sus habitaciones.
Pero…. si, fuera como fuera, costase lo que hubiese costado,
la prueba de fuego ya estaba superada, al menos momentáneamente!
Costó, se sufrió, hubo que aguantar, que llorar, que pasar
apuros de todo tipo, pero….. el nivel más alto que me había tocado vivir estaba
ya pasado!
El médico dijo que todo marchaba, claro, dependiendo del
comportamiento del tumor, ya que en caso de nueva recidiva, nada más se podría
hacer.
Todo era cuestión de esperar, de creer en la esperanza, en
el gran poder de la naturaleza para salvar vidas y para dejarte disfrutar de
ella.
Hubo que hacer muchos escáneres posteriores, normalmente
cuando finalizas un tratamiento así y estás inmersa en un proceso de similares
características, hay que vigilar con lupa la zona afectada para controlar la
mínima sospecha de recaída tumoral.
Como he comentado a mí me dieron cinco años como tiempo
ventana (es lo que suelen dar a casi todo el mundo tras superar un cáncer),
para ver la evolución de la enfermedad.
Durante ese tiempo hubo que ir a barcelona de cuando en
cuando a revisar, a hacer un TAC. Al principio las revisiones fueron más
seguidas, cada cuatro meses, luego cada medio año, y finalmente una vez al año.
Todo parecía ir bien al principio, fueron tantos escáneres!
Yo debo de ser ahora más radiactiva que una central nuclear,
a la vista de todos los escáneres, radiografías y demás que me han hecho para
explorarme.
Los TACS son pruebas que desprenden mucha radiactividad, hay
veces que para proteger la zona uterina y ovárica te dan un saquito con plomo
en su interior para que te lo pongas encima durante la prueba.
Mi madre en las contadas ocasiones en que entró conmigo a la
sala de TAC, tuvo que ponerse un chaleco de plomo también para protegerse. Dice
que aquello pesaba que no veas!
Los escáneres me los iba prescribiendo mi oncólogo, el
doctor hilla. Siempre me los hacían en san juan de dios, solamente recuerdo una
vez en que estaba muy saturado el hospital, y me tuvieron que mandar a otro
centro sanitario, llamado clínica deseos.
Que royo fue aquel día! Hubo que bajar no sé cuantas plantas
subterráneas, hasta llegar a la sala de TACS!
Yo estaba aburrida, y más con la fobia que me dan a mí los
lugares tan bajos!
Pero nunca más hubo que ir a otro lugar, siempre me hicieron
los TACS en san juan de dios.
Recuerdo que en los siguientes escáneres posteriores a aquel
de la clínica deseos, yo les preguntaba siempre al personal que me los hacía “me
mandaréis otra vez a deseos?”. A lo que me respondían “aquí te lo vamos a hacer
mejor que en deseos”.
Los TACS no son pruebas nada molestas, excepto si como en mi
caso te tienen que inyectar por vena algún tipo de agente de contraste para
lograr una mejor resolución de la imagen.
En mi caso me lo hicieron varias veces, solo cuando el
médico lo solicitaba así.
De cuando íbamos a hacer los escáneres también recuerdo
cosas….
La visita al prica de cornellá para comprarme el juguete o
la muñeca era sagrada!
Y me gustaba mucho ir a saludar a las enfermeras de la
quimioterapia al hospital de día.
a hacer estas pruebas siempre nos acompañaba mi padre, quien
por aquellos momentos no trabajaba ya en la mina, sino en otros trabajos más
temporales.
En aquellos momentos y tras finalizar mi tratamiento con
quimioterapia, nos pasamos un breve período viviendo en casa de mis abuelos
maternos, puesto que la casa del pueblo ya estaba en su fase final de
construcción. Mis padres quisieron estar el verano en casa de mis abuelos
maternos, ir haciendo todos los remates que quedasen de la casa nuestra, y
luego cuando comenzase el curso escolar, ir ya para ella.
Y así lo hicimos. La casa pues ya estaba también acabada,
con sudor, lágrimas y mucho esfuerzo. Sin ayuda de nadie, ni física ni
económica, pero….. otra prueba había sido superada, ya teníamos hogar para
donde ir!
Ahora tocaba la hipoteca….. con los bancos hemos topado!
Recuerdo que a mí me encantaba jugar en las obras de la
casa, ver como poco a poco iba progresando y ver lo que mi padre y otros
albañiles iban haciendo.
La casa la construimos en el pueblo de mi madre, sobre las
ruinas de un corral propiedad de mis abuelos maternos, que mi abuelo le cedió a
mi madre en una compra-venta.
Así pues, antes de estar hecha nuestra casa, allí hubo un
corral. Yo todavía me acuerdo de ver allí cabritos! Que preciosos eran!
Pero cuando se produjeron los trámites notariales y la
propiedad pasó a ser de mis padres, mi padre comenzó a construir nuestro futuro
hogar.
Yo jugaba mucho allí, no veas como me ponía de enzafrainada
con la escayola de las paredes cuando estaba metida en los sacos para darla!
Me gustaba mucho tocar las plaquetas, los azulejos, todo!
Tenía mucha ilusión en aquella casa, todo lo quería para
ella!
Si sobraba algo de comer yo decía que era para mi casa, me
acuerdo una vez en que me dieron un pastel llamado “brazo de gitano” y no lo
comí en ese momento, pues se lo dí a mi madre para que lo guardase para cuando
fuéramos para la casa!
Yo solo atropaba para mi casa!
Cuántas horas de trabajo pasó mi padre en aquellas obras de
la casa! Cuanto esfuerzo costó, en una época crítica en la que irse a tomar
algo era casi un lujo.
Mi padre tenía que combinar trabajo en la mina y en la casa,
nadie arrimó el hombro, nadie nos ayudó. Solamente algunas personas conocidas,
a construir la instalación eléctrica, la calefacción y poco más, el resto todo
de nuestro sudor, y gracias al crédito que se pidió al banco para hacerlo.
Pero…. Que bien se siente uno cuando contempla ahora esa casa
y piensa “esto lo hice yo, con mis manitas”.
Por aquel entonces y para rematar ya la guinda del pastel,
mi padre comenzó a dar síntomas de ansiedad, tales como angustia, opresión en
el tórax, taquicardias, etc. ya cuando vivíamos en casa de mis abuelos paternos
comenzó con ello, pero no fue hasta un tiempo después en que las
manifestaciones fueron más drásticas.
Después de muchos especialistas y diagnósticos errados (al
principio fuímos al psicólogo del seguro y le decía que era ansiedad), mi padre
recomendado por mi abuelo (su padre), fue a un psiquiatra privado de león, el
cual tras hacerle pruebas de analítica de sangre y electroencefalogramas,
comprobó que lo que en realidad estaba desarrollando era una depresión
endógena, la cual requería de un tratamiento inmediato.
Al principio mi padre acudía al psiquiatra muy seguidamente,
para que él le administrase las dosis de fármacos que debía tomar. Le recetó
muchas pastillas, tanto diurnas como nocturnas, aparte de ponnerle medicamento
intravenoso en la misma consulta.
También le recomendó hacer electroshock, que mi padre
recuerda como la cosa más terrible del mundo. “te enchufaban a la corriente, y
te quedabas dormido!”, dice mi padre cuando le preguntas por aquello.
Pero al final gracias a la ayuda de mi madre y a su propia
voluntad, salió adelante, no sin esfuerzo claro, porque si ya de por sí lo mío
era caótico, encima ir todas las semanas a león al psiquiatra.
La vida nos quiso poner pruebas duras, algo así como pruebas
de resistencia, pero no con pesas, sino con trances!
La depresión que sufrió mi padre le costó seis años de baja
laboral, y mucho de su parte para salir adelante. Por eso cuando a alguien le
da un bajón él recomienda ponerse en manos de especialistas y tener valentía,
pues los profesionales médicos en este tipo de procesos hacen mucho, pero eres
tú quien debe querer curarse, y tener voluntad de salir adelante.
En cuanto a mí la cosa seguía bien, el médico advirtió a mis
padres de que si todo iba así muy bien, pero que en caso de recaída nada más se
podría hacer pues mi cuerpo ya no soportaría más quimioterapia.
Algo que le dijeron a mi madre de lo que ya no se acuerda
pero un tío hermano mayor suyo sí, fue que yo si con doce años no me moría,
volvería a tener cáncer en algún momento de mi vida.
Y no se equivocaron, tras veintitrés años, el cáncer volvió
a hacer acto de presencia en mi cuerpo!
A mi madre no le quedó esto almacenado en su memoria, dice
que por el gran nivel de saturación que tenía, de todo lo vivido, oído y demás,
pero como ella siempre informaba a mis familiares de todo, mi tío si que
recuerda ese detalle el cual ha surgido a raíz de este nuevo proceso que estoy
viviendo ahora.
Así pues, todo esto que ahora me ha pasado, ya estaba
escrito en mis genes desde hacía largo, desde que nací!
Seguíamos con revisiones, otro curso había comenzado, ya
estábamos viviendo en la casa nueva, yo aún tenía resto visual, pero…. cuanto
se había vivido ya?
Cuantas pruebas nos había puesto la vida?
Quedaría alguna más?
Está claro que eres una luchadora nata. Es terrible que una niña tenga que pasar por todo lo que tú pasaste y que ahora tengas que volver a pasar de nuevo por lo mismo. Al menos hoy en día está todo más avanzado. Mucho ánimo y espero que te pongas buena pronto.
ResponderEliminarBesos