miércoles, 28 de marzo de 2012

mi aventura catalana callejera

Este nuevo post pretende ser una lección, algo que quiero hacer saber a cuanta más gente mejor, para que no os fiéis del primero que os diga algo bonito ni que suene bien.
Es una anécdota que viví hace años pero que me marcó profundamente por el carácter inquietante y arriesgado de la misma.

No confiéis en cualquiera, nunca se sabe con quien se puede estar charlando!

 Lo que os voy a narrar lo denomino mi aventura catalana callejera.
Se trata de una anécdota que viví en mi más tierna juventud (cualquiera a mis 26 añitos diría que soy vieja jaja), cuando yo tenía 18 años.
Me sucedió en cataluña, en el municipio de Sabadell.

Fue en el año 2004, el día 10 de junio. Tatué la fecha en mi memoria!
Y es que veréis que la cosa tiene tela…..

Resulta que ese año había ido yo a un centro que la organización ONCE tiene en Sabadell. Dicho centro está indicado para personas deficientes visuales, preferentemente mayores de edad (también van algunos pocos menores), y en él se aprenden y entrenan habilidades tanto de movilidad como de vida diaria.
Estuve allí dos meses y medio, fue una experiencia ambivalente. Viví de todo allí: compras y más compras los fines de semana, disputas con mis compañeros, algunas lágrimas, decepciones, nuevas experiencias fuera del centro, entre las cuales la que os voy a narrar en este post.

Las clases allí estaban muy pautadas, cada día que nos levantábamos lo teníamos programado. La clase de movilidad la dábamos por la mañana y consistía en entrenamiento por parte de un TRB (técnico de rehabilitación básica que así se denomina el profesional), de las habilidades necesarias para poder usar el bastón  correctamente, así como el aprendizaje paulatino de recorridos para ir adquiriendo autonomía en la deambulación.
Dichas clases se desarrollaban aumentando el grado de dificultad, primero movilidad por el centro, después ya por la calle. Dentro de la fase de calle, primero iba el TRB a tu lado, luego iba a 10 o 15 metros, luego a 30 metros y posteriormente en la última fase directamente él se quedaba ya en el centro e ibas tú solo a hacer el recorrido aprendido.
No voy a entrar a valorar esta forma de instrucción, porque me llevaría otro post. Si queréis otro día os hablo de todo esto.

Yo no es por darme alardes (en este país está muy mal visto), soy de fácil aprendizaje, de manera que pasé enseguida a la penúltima fase, en la cual el TRB ya iba a 30 metros de mí, prácticamente iba yo sola con él vigilándome desde lejos.
En los primeros momentos la instrucción es muy explicativa: recorridos, espacios, etc, para conseguir el objetivo último: la autonomía en los desplazamientos.
Por ello dependiendo del ritmo de aprendizaje y evolución de cada cual, las fases se adquirían más o menos rápidamente, o directamente nunca adquirías dicha fase.
Hubo compañeros míos que llegaron a salir solos, y sin embargo otros nunca pudieron ir muy separados de su TRB.
Esto del aprendizaje es un mundo!

Las clases eran individualizadas, cada uno íbamos por separado del resto con nuestro TRB a nuestra hora.
El programa del centro tenía una hora de movilidad que era cuando íbamos todos en la furgoneta hasta Sabadell, la cual conducía un trabajador del centro. Nos dejaban a todos con nuestros TRBS y cada cual empezaba su clase de movilidad.


La clase siempre llevaba la misma estructura: primero explicación del recorrido a aprender, luego desarrollo del recorrido y finalmente terminado el recorrido, el TRB nos esperaba en un sitio (por ejemplo en una parada de autobús), para hacer las apreciaciones pertinentes sobre la clase, e ir a donde nos esperaba de nuevo la furgoneta para volver al centro.


Pues bien, mi anécdota sucedió cuando llevaba algún tiempo en el centro, más o menos un mes y medio, ya que allí me fui el 25 de abril, esto me sucedió el 10 de junio, y para casa me vine el 9 de julio.


Ese día hacía calor la verdad. Recuerdo que llevaba puesta una camiseta de tirantes muy colorida  y un pantalón de super campana amarillo, todo ello de la marca PHO.
Yo a esas alturas estaba muy satisfecha por todo lo allí aprendido, experiencias vividas y por ello estaba muy motivada.

La evolución de mi aprendizaje hizo que pronto pasase a la fase de ir el TRB a unos 30 metros de distancia de mí, por lo que casi iba sola ya haciendo el recorrido. Lo que me ocurrió fue un jueves, y la semana siguiente ya me íban a pasar a la fase final, la de ir completamente sola.
Pero desgraciadamente, por culpa de esta maldita aventura, todo se truncó.

Ese jueves yo estaba muy contenta y emocionada. Había pasado una semana muy movida: clases, salidas fuera del centro, compras el anterior fin de semana, etc. Había logrado algo inimaginable en mí, que era poder hacer cosas de este tipo sin mi madre.
Por ello llegada a estas alturas tenía una gran gratificación de haber podido ir a este centro, aunque como he señalado antes, de todo viví allí, y no todo precisamente positivo.
Es más, después de lo que ahora os voy a narrar, todo cambió tan drásticamente, que mi estancia allí pasó de ser de una experiencia fructífera y agradable, a algo impositivo, restrictivo y agoviante.

La clase de movilidad de aquel jueves consistía en hacer un recorrido más bien largo. Tenía que andar desde la calle gracia, hasta la plaza de cataluña (para quienes conozcáis algo de por allí, os sonarán estos puntos), ir a una parada de bus que allí había, donde había quedado con mi TRB, para finalmente ir juntos hasta donde nos esperaba la furgoneta para volver al centro.
Aquel recorrido que tenía que hacer ese día no era nuevo para mí, en toda esa semana ya lo había entrenado bastante. No obstante, tenía cierta complicación, porque había que hacer muchos giros, doblar varias esquinas en definitiva, hacer muchos mapas cognitivos.
Pero yo como lo había entrenado ya bastante, más o menos lo dominaba, aunque había ciertos puntos de confusión.

Al inicio de la clase el TRB me empezó a explicar el itinerario, me marcó los puntos débiles que debía superar y me dijo donde me esperaba tras mi realización del recorrido.
Las clases eran siempre de aproximadamente una hora y media, y hicieras bien o no el recorrido, la furgoneta nos recogía siempre a la misma hora. Obviamente no siempre hacíamos bien los recorridos, ya que como se puede entender, a veces nos perdíamos, nos íbamos del mismo o directamente (a mí en alguna ocasión me ocurrió), nos bloqueábamos en un punto y no éramos capaces de continuar, o bien nos salíamos tanto del camino trazado, que cuando acababa la clase, no estábamos ni por asombro en donde habíamos quedado con nuestro TRB.
Durante nuestros recorridos sobre todo cuando los TRBS ya no estaban tanto a nuestro lado, era muy frecuente que los viandantes nos prestasen ayuda. Precisamente mi desventurada anécdota sucedió por la “ayudita” que una susodicha viandante me prestó.

Como he dicho, el recorrido aquel jueves empezó en la calle gracia y terminaba en la plaza de cataluña, donde había una parada de bus. Allí quedé con mi TRB, más o menos a la una y media del mediodía (las clases eran de doce menos cuarto, a una y media más o menos del mediodía).

Hecha la explicación del recorrido y sus puntos débiles, comencé a caminar.
Iba pensando en no perderme, ya que había en ese camino un punto en el que a menudo la liaba, siempre acababa en cualquier otro lugar menos el que tenía que ser!.
Al doblar la primera esquina y acceder a la calle gracia, iba yo prestando mucha atención al recorrido y pensando en hacerlo lo mejor posible, iba muy concentrada.
Más o menos en la mitad de la calle gracia a pocos metros de hacer el primer cruce, se me acercó una mujer.
Me preguntó donde iba y yo le dije que en dirección a una calle que no recuerdo ahora su nombre, próxima a la plaza de cataluña.
Ella se ofreció para ayudarme a cruzar, y fuímos juntas hasta la siguiente calle. Esto no es de momento extraño, ya que como he dicho con anterioridad, muchos viandantes nos ayudaban, o como es lógico, nosotros también alguna vez teníamos que demandar su ayuda si lo considerábamos necesario.

La mujer debía tener aproximadamente entre 35 y 40 años, y era baja, rellenita y muy aduladora. Hablaba sin parar y se empeñó en acompañarme un rato más en mi recorrido, porque según ella también iba en esa dirección.
Yo al principio sentí que quería ayudarme, pero luego fui sintiendo más su compañía y adulación.
Hablaba mucho de su vida. Me dijo que era de comillas (Santander), que llevaba muchos años viviendo en Sabadell y que su marido había muerto.
Hacía muchos comentarios sobre mi físico: que yo era guapísima, que iba muy bien vestida, que mis accesorios eran muy bonitos, y que por todo ello yo tenía que consentirle que me ayudase.
Yo le dije que estaba aprendiendo y ahí cometí mi gran error, no decirle que nos estaba vigilando el TRB.
También me hacía muchas preguntas, que si yo tenía o había tenido pareja, que si había tenido alguna pedida de mano, que haber que música me gustaba, etc.
Yo le respondía, parecía una señora muy agradable. Yo siempre he sentido necesidad de hablar y expresarme, y también me gusta mucho que me adulen.
Seguro que ella se aprovechó de esto……

Yo le decía que no tenía ni había tenido pareja, que me gustaba un chico pero que no me hizo caso, que me gustaba la música disco y la de david Bustamante. Ella se puso muy contenta con lo de Bustamante, porque era de su tierra.
Yo al verla tan maja y agradable conmigo, se me olvidó totalmente tomar precauciones ya que era una mujer desconocida, no obstante sabía que mi TRB nos estaba vigilando de lejos.

Yo hablaba con ella con absoluta confianza, como si la conociese desde siempre. Incluso le enseñé mi tatuaje de la espalda que es un delfín con un tribal alrededor, y que hacía poco me había hecho.
Le encantó, y dijo que los delfines son muy inteligentes.
Daba la sensación de que todo lo referente a mí le gustaba y le interesaba, era como que decía siempre lo que yo quería oír.

Al caminar al principio íbamos al lado pero separadas, más adelante me agarró para llevarme.
Me llevaba algo deprisa, al cruzar en los semáforos incluso iba casi a la carrera. Había veces que me agarraba de los dos brazos, normalmente cuando corría más o en los cruces.

Charlando y charlando llegamos a la calle donde yo le había dicho, y me preguntó haber donde iba ahora. Le dije que a la plaza de cataluña y curiosa jugada, me dijo que en esa dirección iba ella también!.
Me dijo que cuando llegásemos a la plaza le tenía que consentir invitarme a un helado, por lo supuestamente maravillosa y encantadora que era yo.
Yo al principio le dije que no, y ella me dijo que quería hacerlo.
Entonces le dije que vale, y ella me llevó hasta una heladería que allí había. Durante el trayecto hasta la heladería le dije que me esperaban en una parada de autobuses, la cual tenía enfrente una tienda de flores.
Ella por lo visto no supo donde le decía y me dijo que estuviese tranquila que le preguntaría a un policía que por allí pasaba.
Me dejó sola un momento y supuestamente fue a preguntarle al policía donde se encontraba la parada de autobuses que yo le había dicho.
Vino nuevamente y nos fuímos a la heladería. Era un puesto de helados situado en la plaza de cataluña, hacían helados de bola de sabores.
Me preguntó haber de que lo quería, y yo le dije que de nata y fresa. Me preguntó haber si quería tomar algo con el helado, y yo le dije que no.
Cuando el heladero le preguntó haber que helado quería yo, le dijo ella vehementemente ¡dale el helado más grande que tengas, que entre seis personas no lo abarquen!.
Y cuando nos sirvió, le preguntó al heladero: ¿a que es guapa la chica?
El heladero respondió que sí. Yo me estaba empezando a despistar un poco y a entrar una cierta curiosidad.
¿Por qué una mujer que no me conocía de nada quiso invitarme a un helado?
¿Por qué tanto interés en mi físico?
¿Por qué yo aparentemente era como una diosa para ella?

Cuando pagó el helado nos marchamos supuestamente a la parada de autobús a la cual yo le había dicho que tenía que ir.
Nos sentamos en la marquesina y yo empecé a comer el helado. En ese momento, su actitud cambió drásticamente.
Yo le hablaba y ella me decía que no quería darme conversación, que me tenía que acabar el helado porque tenía prisa.
Recuerdo que de tanta prisa con la que me lo quería terminar se me caía, y ella me ofreció un pañuelo para limpiarme. La noté apurada y con ganas de hacer algo, ya no era la mujer charlatana y aduladora con la que hice el recorrido. Esto me empezó a descolocar, no comprendía su cambio de actitud.

Cuando estaba yo comiendo apuradamente el helado e iba casi a la mitad, apareció por sorpresa el TRB.
Ella en cuanto lo vió dirigirse a mí echó a correr, se ve que la sorprendió infraganti.

El TRB que obviamente lo había visto todo desde lejos, me preguntó haber si yo a esa mujer la conocía de algo.
Yo le dije que no, y me preguntó haber si yo sabía donde me encontraba.
Le dije que si, en la parada de autobuses que tenía delante una tienda de flores.
Él me dijo que no, que esta parada de autobuses tenía delante una tienda de muebles.
Yo le dije que no podía ser, pues la mujer le había preguntado a un policía para poderme acompañar.
Y esto si que me dejó helada, el TRB me dijo que la susodicha no le había preguntado a ningún policía, sino a un barrendero.

Yo estaba temblando de nervios, de repente se me ocurrió la idea de que aquella mujer podría ser perversa, tener malas intenciones y haberme apartado del camino para hacerme daño.
El TRB se enfadó mucho conmigo. Me dijo que era una irresponsable, que no tenía habilidades para poder andar sola por la calle y que cuando llegásemos al centro tendría que ir a donde el director para contarle los dos lo ocurrido.

Efectivamente cuando llegamos al centro primero fue él a hablar con el director, yo me quedé contándole la anécdota a una compañera que iba allí algunos días (ella no estaba interna porque era de un pueblo cercano).
Ella me dijo que no debería haberme ido con la mujer sin conocerla, que podría haberme pasado algo y que esto me serviría para aprender.
En seguida me llamó el director a su despacho, allí estaba también el TRB.
Yo estaba nerviosa, no sabía muy bien lo que me querían decir, si mi conducta de aquella mañana tendría consecuencias negativas para mí, o que versión le habría dado el TRB de todo lo sucedido.
Cuando me senté frente al director, su primera frase fue “sara, aquí no pagamos a TRBS para que tú te vayas a comer helados”.
Yo intenté explicarle lo ocurrido, cada vez estaba más nerviosa. Entonces en ese momento el TRB que estaba sentado a mi lado, me dijo “esta señora por hacer la obra de caridad del día, te ha fastidiado a ti”. También me dijo que él al principio iba a 30 metros, pero que cuando vió que las cosas se estaban poniendo feas, se acercó más o menos a 10 metros de mí.
Me dijeron tanto el TRB como el director que apartir de aquel día me quitaban el permiso para salir los fines de semana, porque dada mi actitud de aquella mañana, no tenían la seguridad de si yo tenía habilidades para salir a la calle, no fiarme de desconocidos, etc.
Me dijeron también que esta medida no era obligatoria. Las palabras exactas fueron “nadie te pondrá una pistola para que no salgas, pero si lo haces, que sepas que nosotros no responderemos por ti”.
Aquello me dejó emocionalmente muy afectada. Recuerdo que en ese momento me puse a llorar. La actitud de ellos dos no fue precisamente la de consolarme. Se limitaron a callar, y a ver lo que yo decía.
Se me vino a la cabeza todo lo que había pasado, y las posibles consecuencias que aquello podría haber tenido en mí.
Al cabo de un rato, el TRB se fue a comer. El director se quedó un poco más conmigo y yo empecé a calmarme.
Me dijo que haber como se me había ocurrido irme con alguien a quien no conocía, sabiendo lo que pasa por el mundo.
Yo le dije que la mujer parecía muy agradable, que me insistía  mucho en ayudarme y que nunca había estado sola sin mi madre en una ciudad.
Entonces me dijo que en un pueblo las cosas son muy diferentes porque todo el mundo se conoce, y en una ciudad nunca sabes con quien puedes estar hablando.
Acabamos la conversación, y nos fuímos a comer.

Yo en la mesa les conté lo ocurrido a dos de mis compañeros, y me dijeron lo mismo que la anterior compañera a la que se lo había contado.
Después de comer llamé a mi madre por teléfono para contarle lo que me había pasado, y me puse fatal. Casi me da un ataque de ansiedad, y nadie hizo nada por mí.
El TRB la llamó después que yo, porque dijo que aunque yo era mayor de edad tenía que llamarla por derecho moral, para contarle lo ocurrido y decirle la medida que desde el centro se había tomado.
Mi madre se preocupó mucho, me llamó posteriormente.
Yo pasé el resto de la tarde bastante mal, tuve que tomar una pastilla para el dolor de cabeza.
El personal del centro para mí no tuvieron mucha consideración, se limitaban a decir que había tenido suerte, que yo era demasiado infantil o que tenía que darle las gracias a mi TRB por acudir en el momento justo.

Pues así acabó para mí un día que siempre guardaré en mi memoria, y que Dios sabe lo que podría haber pasado realmente.
La incomprensión generalizada conmigo me dejó estupefacta. ¿Por qué me habían quitado de salir?
Yo creo que para enfrentar los problemas no se deben evadir, sino ponerse en situación real de los mismos.

Pero así fue, el resto de los fines de semana me quedé en el centro, si salía lo tenía que hacer en compañía de algún trabajador del centro, nunca como antes, sola con compañeros.
Vaya cosa más absurda!
Precisamente como la experiencia me había servido de lección, ya no me fiaría tan fácilmente de desconocidos!
Pero ya se sabe, a veces para enseñar habilidades, se tiende más a castigar que a aprender y a enfrentar de verdad, que era lo que yo en aquel momento necesitaba.


Que cada cual saque sus propias conclusiones. No pretendo evadirme de responsabilidad. Sé que cometí un gran error al fiarme a la ligera de esa mujer.
Pero también sé que los profesionales que había en ese centro en vez de hundirme como lo hicieron, tendrían que haberme ayudado.
Con todo esto mi pasaje por allí cambió tan radicalmente, que estaba deseando que llegase pronto la fecha de volver a casa.

Pero ojo, aquí no acaba mi encuentro con la susodicha!

Al jueves siguiente, en clase de movilidad más o menos cuando yo iba a la mitad del recorrido, oigo a alguien que me llama y viene hacia mí.
Me dí cuenta que era la mujer del helado, su voz era inconfundible. Me saludó y me dijo haber si me acordaba de ella.
Me dijo “soy maría ascensión (yo no sabía su nombre), la del otro día”.
Yo me quedé petrificada, otra vez la pesadilla!
Pero mi sorpresa pasó de repente a la rabia más profunda.
Por culpa de aquella mujer yo había perdido mi permiso para salir y hacer tantas cosas que me gustaban, por culpa de aquella mujer yo había echado muchas lágrimas y por culpa de aquella mujer, quien sabe lo que me podría haber ocurrido.
Le dije de muy mal humor, déjame en paz, vete!
Ella me dijo haber que había pasado, y mi rabia iba aumentando cada vez más.
Estuve a punto de darle con el bastón, y finalmente le dije, desaparece de mi vista!.
Ella entonces se marchó, y yo eché a correr.
Al poco tiempo vino junto a mí el TRB, y me dijo que me tranquilizase porque la mujer ya estaba lejos de mí.
Yo me calmé, y intenté seguir mi recorrido.

Ya no me la volví a encontrar nunca más, me quedaron y me quedarán para siempre muchas preguntas en el aire.
¿Qué tanto interés le suscitaba yo?
¿para que me quería realmente?


Que cada cual saque sus propias conclusiones!
Y como dije al principio, ojito ojito, que no es oro todo lo que reluce!

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